4.28.2013

Vivir sin comer animales terrestres


Cumplí 30 días de no comer animales terrestres, comparto mi experiencias. Soy un ser onmívoro, nunca le he hecho el feo a la comida y son muy pocas los alimentos que no me gustan. Hace un mes decidí dejar de comer carne terrestre, es decir, vacas, puercos, pollos y demás animalitos que la evolución ha llevado a poblar las llanuras y granjas.

¿Los motivos?
No soy de los defensores de los animales, (de esos que si en media calle hay un niño y un perro y viene un auto, corren a rescatar al perro), estoy conciente de la brutalidad con la que se produce la carne que consumimos.

Los animales que comemos llevan vidas miserables y mueren de formas crueles y sádicas. No nos gusta saber cómo llega una pechuga o un bistec a nuestro plato. Pero eso no me quita el sueño. No tengo problemas con esos sacrificios.

Nunca he ido a una corrida de toros y me entusiasma la idea de conocer una en la Plaza México, por cultura general y porque pronto serán cosa del pasado.
Tal vez alguien piense que me preocupa mi salud y que es más saludable no comer carnes rojas. La realidad es que soy fumador y bebedor, los fines de semana castigo absurdamente mi hígado y pulmones en lo que es una falta de respeto absoluta al cuerpo humano. Entonces, por salud, tampoco.

¿Entonces por qué dejar de comer carne de animal terrestre? Por dos razones, la primera: nomás por mamón. La segunda: como un ejercicio de disciplina.
Cuando tu alimentación evita el 80% de los platillos y botanas disponibles uno está obligado a usar el cerebro para planear y elegir qué vas a comer. Es un gran sistema de autodisciplina y control.

¿Y los animales marinos?
Nunca podría dejar de comer pescados y mariscos. Los deliciosos animalitos del mar son lo más rico (y nutritivo) que podemos obtener de este maltratado planeta Tierra. Y si nos vamos a los dilemas morales, los peces viven en su hábitat (o en granjas acuícolas) toda su vida, paseando y comiendo a toda madre, el final de sus vidas llega rápido  en minutos están muertos, listos para ser cocinados. Recomiendo reflexionar la vida de un atún frente a la de un pollo.

La experiencia
Me he sentido bien, más ligero y con más energía. Después de comer ya no me ataca el "mal del puerco" (o sueño post prandial), y hasta he adelgazado un poco. Lo mejor es la disciplina y el sentimiento de control sobre el cuerpo y las decisiones alimentarias.

Todo esto no significa que, pronto o mucho después, no vuelva a disfrutar de las carnes de los animales terrestres, especialmente si me invitan a comer especies exóticas o en peligro de extinción (porque es importante saborear un animal antes de que desaparezca).