7.08.2011

Cómo acabar con la violencia en México


Hace unas semanas, tras recorrer un buen tramo del país y escuchar las historias de decenas de personas, además de ser parte de un incidente en un lugar que podemos llamar tierra de nadie, hice un ejercicio mental sobre cómo solucionar el problema de violencia del país.

Más de 40 mil muertos en cinco años, zonas del país donde las ejecuciones masivas son parte de lo cotidiano, fuerzas policiacas igual de corruptas que los criminales a los que supuestamente combaten, políticos que creen que la violencia se acaba a balazos, otros que critican hipócritamente a los anteriores y una sociedad a la que ya no le asusta ni preocupa nada.

Tenemos narcociudades como Culiacán, estados más peligrosos que Afganistán: Michoacán y Tamaulipas; y zonas de ejecución permanente como Monterrey. En el resto de la República no hay periódicos que no anuncien, al menos, un ejecutado diariamente.

Felipe Calderón, presidente de este demacrado país, con su “estrategia contra el crimen organizado” puso al país a nadar en sangre. Dentro de unos años se le juzgará en los medios y se le culpará de todo, pero quedará sólo en la anécdota y morirá de cáncer de colon, como Díaz Ordaz. Pese a todo, no es el único responsable.

La irresponsabilidad es de la sociedad mexicana. El sólo hecho de tener a un presidente bélico habla de la descomposición social más cruda que ha vivido esta nación en toda su historia moderna.

Ahora, ¿qué hacer para acabar con el baño de sangre? A continuación escribo algunas opciones y el porqué no funcionarían.

Mayor presencia policiaca. Este ha sido el camino que han tomado los gobiernos estatales y federal y en lugar de reducir la violencia la aumentó exponencialmente. Todas las fuerzas coercitivas del país están podridas, desde la Policía Municipal hasta el Ejército, pasando por los miles de federales.

Legalizar las drogas. Muchas voces dicen que la solución está en hacer lícitas las sustancias ilegales para que dejen de ser negocio para los grandes capos. Es una medida que ha tenido éxito en país como Portugal, pero la realidad es que actualmente la violencia entre grupos de sicarios cada vez tiene que ver menos con drogas y es más una cuestión de poder territorial. Antes, las ejecuciones eran por cargamentos, hoy por territorios, como en el viejo oeste, como cholos de colonia, para sentirse más hombres que el contrario. Ya ni ellos saben por qué matan.

Cambiar de partido en el poder. Los políticos se han esforzado por demostrarnos que todos son cleptómanos incompetentes. No existen opciones de verdadero cambio. Y aunque tiene razón en lo que ha dicho sobre la “mafia política”, López Obrador no va a “salvar al país” como creen ciegamente sus fieles seguidores.

Manifestaciones ciudadanas. Las marchas de los padres de los niños muertos en la guardería ABC de Hermosillo y el movimiento de Javier Sicilia, pasando por otros millones que han desfilado por las calles exigiendo justicia, nos han enseñado que las manifestaciones populares ciudadanas no sirven para el mínimo carajo. A este grupo le sumamos a víctimas de la violencia que se convierten en paleros del gobierno federal, como Isabel Miranda de Wallace o Alejandro Martí. Las marchas son igual de inútiles que un tweet o una mentada de madre al aire durante una borrachera.

Escribo con desesperanza. No veo cómo este país dejará de ser una narcofosa de Tijuana a Mérida. Aunque creo que la violencia ya está tocando fondo, pasarán muchos años para dejar de ver un México lleno de ejecuciones y violencia sin sentido. Mientras tanto, sigamos viviendo sin asombro dentro de nuestra descomposición social.

Googléame la vida.

Le estoy entregando la información de mi vida a Google y me siento bien con ello.

Hace varios meses dejé de usar MS Office, ni siquiera lo tengo instalado en la computadora, y escribo documentos y hago presentaciones usando Google Docs.

Las principales ventajas son la facilidad para compartir y que al estar en la nube no debo preocuparme si se descompone mi disco duro o si me roben la netbook.

Es inevitable no usar servicios de Google. Mi blog en blogger, correo en Gmail, videos en Youtube, feeds en Google Reader, etcétera.

Luego llegó Google+, que hasta el momento pinta como una gran alternativa al devaluado Facebook, el cual perdió la diversión cuando entraron nuestras tías y se convirtió en una red social de secretarias.

Hay un área en la que Google aún no me convence: las fotos. Desde 2004 soy usuario de Flickr, que es propiedad de Yahoo, y no he encontrado un servicio mejor para almacenar y compartir fotografías.

Hay gente que, con un argumento muy válido, se asusta por asuntos de privacidad. Es cierto, Google puede leer y ver todo lo que ponemos en sus servicios. Pero, de hecho, tiene un buscador que husmea en toda la internet.

Tengo el asunto de la privacidad muy claro, si hay algo que no quiero que esté en internet simplemente no lo subo y si es de suma importancia mantenerlo secreto lo dejo en mi disco duro, comprimido y con clave, lo más lejos posible de Google.