10.06.2010

De cuando era reportero de la policiaca.

Mi paso por la nota roja fue muy atípico. La ruta normal es terminar una licenciatura en comunicación o periodismo y entrar al mercado laboral como reportero, cubrir varias fuentes, talonearle duro y con el paso de los años y con la experiencia necesaria ser editor de alguna sección.

En mi caso, fue al revés. Terminé la escuela y trabajé durante dos años en una agencia de publicidad. Luego me integré a un periódico como editor de la sección deportiva, cuando en mi vida jamás había reporteado oficialmente. Pasé por varias secciones, la internacional y la local, en la que tuve la oportunidad de editar la sección policiaca.

Soy fan de la nota roja. Es la fuente más real, son las noticias de verdad. La policiaca informa sobre hechos, accidentes, muertes, actos heroicos, sucesos que marcan la vida de los protagonistas. A diferencia de las otras secciones, donde todo es un mundo imaginario de declaraciones tras declaraciones, que son igual de consistentes y efímeras que el humo de un cigarrillo.

Dejé la edición y tras unos meses de asueto, regresé a reportear las notas policiacas. 

El reportero policiaco es el único que no tiene una agenda clara, no se sabe que es lo que ocurrirá en el día, ni dónde, ni a qué hora.

Esa temporada fui testigo de las tragedias: el accidente automovilístico en el que mueren padre e hijo (el Día del Padre), el incendio que deja en la calle a una familia, el marido que mata a su esposa por celos, el doble suicido por un amor incomprendido, la niña que muere electrocutada por vivir en la pobreza, los ajustes de cuentas, los policías y criminales ejecutados...

También vi el heroísmo. El vecino que salva a un niño del ataque de un perro, bomberos que, por un salario miserable, llenan su cuerpo de cicatrices por salvar el patrimonio de desconocidos, la mujer que no llega al hospital y pare en el camión con ayuda de gente que nunca volverá a ver.

Y por supuesto, los criminales cuyos delitos son ejemplo del humor más fino. Asaltantes que olvidan ponerle gasolina a su carro, defraudadores incapaces de inventar una historia creíble, borrachos que creen que las reglas no aplican para ellos, funcionarios públicos que desconocen la realidad.

Dicen que la policiaca es la "sociales de los pobres" y es una gran verdad. La mayoría de los sucesos de la nota roja tienen como protagonistas a los marginados, la gente que vive en las periferias. 

Y no es porque los pobres sean más violentos, es porque son quienes más llaman a la Policía. A la mujer de la colonia acaudalada también le pega el marido, pero por convencionalismos sociales ni ella ni la vecina marcarán al 066 para denunciar la violencia.

Los ricos también roban, para gastar en cocaína, cobijados por la impunidad, mientras el pobre se enfrenta en un duelo a muerte con los policías tras robar dos kilos de cobre para venderlo y satisfacer su adicción al crystal.

Cada día, escondidos de las vidas tranquilas y autómatas de la clase media, suceden todas estas historias de pasiones, muerte y violencia, que muestran lo más bajo y también lo más noble de la condición humana. Y es un gran privilegio ser testigo cercano de todo esto al cubrir la policiaca.

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