5.29.2013

Nunca aprendí a agarrar bien los lápices.

Fui un niño de los que llaman inteligentes,  aunque yo siempre supe que más que inteligencia era buena memoria.

Cuando entré a jardín de niños ya sabía leer y la maestra quería enviarme directo a Primaria porque estorbaba en el aprendizaje de los demás. Mis padres se opusieron y prácticamente pasé todo el kinder haciéndole mandados a la profesora, ir a la tienda y llevarle recados a la directora (los que ahora sospecho decían "Entreténgalo un rato").

Aunque sólo fui un año al jardín de niños, el otro padecí una fuerte bronquitis asmática que me mantuvo lejos de la escuela.

Cuando entré a la Primaria llegó el momento de aprender a escribir, lo cual yo ya hacía a mi manera y de forma horrible. Por más esfuerzos de la maestra, jamás pude agarrar bien el lápiz. Hasta la fecha me parece incomprensible y cansada la técnica común para escribir a mano.

Sólo uso el dedo gordo y el dedo índice para sujetar una pluma o lápiz, lo cual tras un buen rato de dibujar o escribir mucho me genera un pequeño callo en la parte izquierda del índice derecho.

Mi caligrafía fue horrenda toda la Primaria, casi incomprensible. Hasta que un día, cuando tenía unos catorce años decidí que escribiría bonito. Practiqué todo un verano nuevas letras, eligiendo una por una cuál me apropiaría. Opté por las mayúsculas, con algunas excentricidades en la G y la Z y una S escrita de abajo hacia arriba.

Hasta la fecha utilizo ese abecedario caligráfico que trabajé hace dos décadas pero sigo agarrando "mal" los lápices.

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