5.28.2013

Sobre los personajes de la rutina.

Hay personas que comparten nuestras rutinas. Gente que no conocemos, no sabemos su nombre ni su ocupación, pero que son parte de nuestra vida por unos instantes, durante muchas ocasiones.

Esos personajes cuyos destinos se cruzan con el nuestro (hablando literal y no metafóricamente). Los vemos camino a la oficina, en el transporte público, en el café, en la fonda.

Ellos también nos reconocen, saben que existimos, pero jamás cruzaremos palabras, tal vez alguna vez una sonrisa si los encontramos fuera de nuestras rutinas compartidas.

Hay tres mujeres que veo seguido.

La morra de la lluvia. Es bonita, de ojos grandes, piel blanca y cabello entre castaño y rubio. La he visto tomar rutas contrarias a las mías. Una vez llevaba una pequeña caja de pizza. Lo curioso es que sólo la veo durante días lluviosos, como si los retrasos y el caos que provoca Tláloc en la ciudad nos afectaran por igual.

La que me avisa si voy tarde. Alrededor de las ocho de la mañana llego a la estación Félix Cuevas en Insurgentes Sur. Si el metrobús pasa lleno no me subo (no vine al mundo a sufrir) y espero el siguiente. Sé que se está haciendo tarde cuando una mujer delgada, cabello lacio y oscuro, de ojos grandes y piel morena clara, se baja del metrobús que viaja al norte y camina cargada a su derecha, pasa junto a mí viéndome a los ojos, tal vez pensando que también se le hará tarde.

La hippie de la bici verde. Circula por Insurgentes rumbo a la UNAM. Es flaca, morena clara, tiene varios cascos los cuales combina de acuerdo a su atuendo, a veces usa lentes y trencitas. La parte trasera de su bicicleta tiene una caja de madera de los llamados huacales. Una vez viajaba con un perro en la canastilla de enfrente. Circula usando todo el carril con una autoridad y tranquilidad envidiable.

Tal vez haya más personas que se cruzan casi a diario en mi vida, pero sólo me fijo en las mujeres bonitas.

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