8.19.2013

Sobre la reforma energética

En el México moderno el petróleo es más sagrado que la Virgen de Guadalupe. Hay quienes lo consideran algo como la sangre del país, un material con un halo místico de pureza que jamás deben tocar las sucias manos de los extranjeros.

Desde hace muchos años, la autodenominada izquierda grita y denuncia los planes privatizadores que los antes llamados neoliberales pretenden efectuar con el oro negro extraído en territorio nacional. Dicen que entregarle el petróleo a compañías extranjeras es el saqueo más grave que sufrirá este país.

Por su parte, los gobiernos en turno han estado desde hace unos años abriendo las puertas poco a poco a las empresas multinacionales que cada vez tienen más participación en los procesos que incluyen localización, extracción y procesamiento del petróleo.

El gobierno federal dice que con la reforma enérgetica los mexicanos tendremos energía eléctrica y gas más baratos y que la empresa estatal PEMEX no puede con el paquete, por lo que es necesario que la iniciativa privada se involucre aún más.

En las próximas semanas el debate, sobre una aprobación legislativa que desde ya está pactada entre el PRI y el PAN y por lo tanto es un hecho, irá escalando. El gobierno a través de la televisión, la radio y los columnistas centaveados. La oposición con sus marchas, mítines y consignas trasnochadas.

Si algo nos ha enseñado la historia es que el gobierno siempre miente, que las privatizaciones son tranzas millonarias que sólo benefician a los más ricos, que la izquierda es más gritos y pancartas que propuestas viables y que a las compañías petroleras multinacionales les importa un carajo la ecología y el desarrollo social.

Lo que se juega con la reforma energética que los legisladores decidirán es si las ganancias millonarias que genera el petróleo se quedan en manos de gobernantes y líderes sindicales corruptos y cínicos o pasan a manos de empresarios corruptos y cínicos.

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