4.29.2014

Terremotos

Algún día contaremos con aparatos precisos para predecir los sismos. Me preguntó cómo cambiará la situación. ¿Será como cuando se aproximan nubes que anuncian una fuerte lluvia o como el grito de una persona que trata de decirle a otra que se quite de la calle para que no la atropellen?

Imagino que contaremos con alertas sísmicas confiables que nos avisarán con el tiempo suficiente para salir de nuestras casas u oficinas, con tal anterioridad que podremos prepararnos un café con calma.

Perderemos el miedo a los temblores, a esos terremotos que le han costado la vida a millones de personas a lo largo de la historia de la humanidad. La furia de los dioses, o de Dios, no será más. Incluso la ciencia podría cambiar, descubrir algo más en el movimiento de las placas tectónicas con tecnología que aún no existe: alguna conexión con otro elemento natural y nuevos misterios alrededor de cada sismo.

Hace pocos días, en la Ciudad de México se sintió un fuerte temblor, que según las mediciones fue de 7.2 grados en la escala de Richter. Era Viernes Santo por la mañana, el movimiento fue tan intenso que me despertó con todo y que la noche anterior me había acostado sumamente ebrio. Al igual que en ocasiones previas, no sentí miedo.

Actualmente contamos con una (¿falsa?) seguridad de que los edificios en los que vivimos están construidos para soportar grandes movimientos telúricos. Creemos que las nuevas construcciones (hechas hace menos de dos décadas) son lugares seguros.

Espero que así sea.

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