4.11.2014

¿Por qué las marchas no funcionan?

Pude asistir a una marcha en contra de las reformas a la Ley de Telecomunicaciones, las cuales representan un retroceso en las libertades ciudadanas en torno a internet. Sólo por poner un ejemplo, el gobierno federal podrá interrumpir las comunicaciones (bloquear internet) en zonas donde considere se esté “atentando contra la seguridad nacional”. Obviamente está mal y hay que manifestarse en contra.

Al participar en la marcha estuve reflexionando que era una batalla perdida, los senadores votarán las reformas que envío el presidente Peña Nieto para restringir el uso de la internet. Aún así, allí estaban miles de personas en la calle, expresándose en contra de lo que está por hacer el gobierno. 

Durante años he observado, y participado, en marchas que buscan cambiar algo o exigir justicia. En Hermosillo vi como las manifestaciones tras el crimen de la guardería ABC sacaron a miles a las calles y al final nada cambió. En la Ciudad de México no hay día sin marchas: movimientos obreros, campesinos, maestros de Guerrero, la CNTE, el Sindicato Mexicano de Electricistas, Antorcha Campesina, marchas contra fraudes electorales, contra las reformas constitucionales… hasta he visto marchas para apoyar a Wisín y Yandel para algún programa de televisión. 

Las marchas son un medio de comunicación. Y este medio no funciona. Son un medio institucionalizado que no logra cambios. Algunas anotaciones sobre las razones de los fracasos de estas:

Son irrelevantes para los políticos. La mayoría, sino es que todas las marchas, buscan que el gobierno en turno cambie o no cambie algo. Las manifestaciones se mueven hacia el Senado, la Residencia Oficial de Los Pinos, la Cámara de Diputados, alguna dependencia, etc. Pero los funcionarios nunca están ahí a la hora de la marcha, tal vez se enteran que ocurrió porque lo ven en las noticias desde sus lujosas casas en residenciales amurallados. Las marchas no son una amenaza para la seguridad de los políticos ni para el sistema, por eso no les importan.

Las marchas carecen de imaginación. Asistir a una marcha es haber ido a todas. Siempre están los mismos personajes: los universitarios gritones con sus consignas repetitivas que en algún pasado fueron graciosas (“el que no brinque es Peña”, etc.), los señores repartiendo volantes comunistas, los güeros clase media alta salidos de la Ibero o el ITAM que van en apoyo o a observar, los camarógrafos y fotógrafos activistas que van enfrente documentando, la señora que vende frituras, los policías.

Los líderes pierden la perspectiva. Al final de las marchas o cuando estas convocan un gran número de personas se puede ver a los organizadores y oradores contentos, como si el éxito fuera la marcha en sí y no lo que busca cambiar. Les interesa más el poder de convocatoria para convertirlo en poder dentro del círculo de políticos.

El uso político de los pobres. Es común ver en las marchas obrero campesinas a miles de acarreados (personas a quienes se les facilita la movilización dicen los vividores), casi todos provienen de círculos de pobreza o áreas altamente marginadas del campo mexicano. Los movilizan en camiones, les dicen hacia donde caminar, escuchan las falsas vociferaciones de sus líderes, una torta y un refresco, de regreso a su lugar de origen, sin solución a los problemas que los trajeron. 

Ciudadanos vs. Ciudadanos. Uno de los propósitos de toda marcha es desestabilizar el tráfico vehicular, como forma de presión contra los políticos (quienes jamás se ven afectados), lo que provoca el enojo y en cada vez más casos situaciones de furia por parte de automovilistas que hasta les avientan el vehículo a los manifestantes. Se crea una situación de civiles contra civiles. Mientras los políticos se ríen.

Las marchas no funcionan porque el sistema no funciona.

Entonces, si las marchas no funcionan, ¿cuáles son las alternativas? No lo sé. Están quienes optan por el llamado ciberactivismo, que en los hechos sirve para lo mínimo o para un carajo (y que el gobierno del presidente Peña Nieto aún así busca limitar). Hay quienes sueñan con que las marchas deriven en violencia y obtener mártires para su causa, lo que tampoco debe ser opción. 

Es difícil saber qué hacer, tal vez pronto lo descubramos en una nueva fórmula que incluya la información, la expresión y la imaginación.

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